martes, 19 de febrero de 2008

Las increíbles aventuras de Condonman

Era de noche y las estrellas empezaban su jornada, coquetas, guiñando los ojos a neones intermitentes.

Desenrollé mi uniforme que pulcramente guardo en la bolsa de látex negro a salvo de todos los que desean tocarlo, romperlo. El tanga negro que tanto excita a los agnósticos relucía cual reclamo soportando el peso de semejante pieza; ya de infante asombraba su tamaño, recuerdo mi primera experiencia...ingenuamente exhibí mi pequeña amiguita en desarrollo que placenteramente se crecía con tan sólo una mirada asombrada .Yo indudablemente presumía, su grosor inaudito e inevitablemente me llenaba de satisfacción. Me masturbaba orgulloso en estas fechas en las que el carnaval aturde a cualquiera que haya follado en lugares irreverentes. Entonces me di cuenta del partido que me había perdido

Había apostado contra mi padre a que podría finalmente ganarme la vida preñando viudas sedentarias o casadas aburridas pero mis balas no iban cargadas y el "negocio" no funcionaba como para dejar la vida de gigoló.

El endiablado día de autos estaba por contraer una deuda muy particular con la doctora, insigne proctóloga, en la que nunca había confiado, quien juró que no sentiría nada pero cortó un trocito de hemorroide. Sentí encogerse mi bien formado escroto y creí morir, pero al instante lo ví claro: Debía cortar las peligrosas relaciones que amenazaban con hacer de mi delicado ojete un pozo profundo y dolorido.

Mi buen nombre no sobreviviría si se sabía de este lamentable episodio que me hacía popular, por ello tuve que matarla y comérmela. Sabía a pollo con patatas y pimientos, hubiese preferido tortillapapas, agarré la botella de ron y brindé por los viejos tiempos en cueros.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Le ha faltao "senso". Pocas aventuras ha tenido el Condonman jajajjaa.

Anónimo dijo...

Es que tuvo finalización prematura jajaja